domingo, 15 de enero de 2012

Y entonces el chorro de fotos y las expectativas y el recuerdo de que chau, no va más.

domingo, 8 de enero de 2012

-- ¿Te parece si nos fumamos unos cigarros para despedirnos?
-- Me parece perfecto.

domingo, 1 de enero de 2012

Juegos absurdos, vol. 2:

¿Sí recuerdan que hice esta tontería el año antepasado? ¿No? Bueno, jódanse, porque voy a jugar otra vez.

Primera palabra del diccionario: Pélouse (césped.)

Su ombligo estaba tan cubierto de césped que casi lo confundo con un pozo.

Segunda palabra del diccionario: Rétorquer (replicar.)

Replican las campanas, los jorobados, los estereotipos de los malolientes.

Tercera palabra del diccionario: Écrevisse (cangrejo de río.)

Por cada aliento a cangrejo de río muerto, un unicornio escribe canciones de reggaeton y prueba el crack en un baño público.

Cuarta palabra del diccionario: Cigarette (cigarrillo.)

Podría apagarte un cigarrillo en la lengua y todavía limpiarte las cenizas con los dientes.

Quinta palabra del diccionario: Magicien, enne (mago, -ga.)

Los magos de Caricuao se reunieron el miércoles pasado, expresando su profundo desagrado por la súbita desaparición de todas las cabras que tenían reservadas para los baños medicinales de dicha semana.

Sixta palabra del diccionario: Ghetto (gueto.)

Podrías llenar un gueto con todos tus complejos, y no por lo originales sino por lo gordos.

Séptima palabra del diccionario: Gréviste (huelguista.)

Se encadenan huelguistas a ideales que no le pertenecen. Servicio a domicilio.

Octava palabra del diccionario: Éclectique (ecléctico, -ca.)

El guitarrero de la banda de anoche era tan pero tan ecléctico que conocía a su padre.

Novena palabra del diccionario: Installer (instalar.)

Lo que Amanda no sospechaba era que armar e instalar el dispensador de condones en el baño del restaurant iba a costarle un dedo y la vergüenza.

Décima palabra del diccionario: Démunir (despojar.)

Quien fuera pistola para despejarte el insomnio.

sábado, 31 de diciembre de 2011

2011, o mariqueras varias

Bueno, año, ¿cómo despedirte sin sobarte por el trabajo que me hiciste pasar?

En 365 días, entré y salí de amistades, comencé mis extrañísimas sesiones de terapia, tomé ron seco, paseé a mis perras por Caracas, parí cachorros, di tetero, le escondí un blog a todo el mundo (y sigo haciéndolo), me enamoré, me volví mierda, usé vestidos, compré más de 30 libros, troté, fumé muchísimo, me reí de todos y de mí misma, no me dio pena ser ofensiva, fui embrujada por Eddie Vedder, reaprendí a bailar salsa, me dije la menor cantidad posible de mentiras, construí más de dos viajes y los desbaraté enseguida, robé muchas impresiones para mí, leí Philip K. Dick por primera vez, les dije la mayor cantidad posible de mentiras, gané peso, perdí peso, vi clases con Andrés Sanz, tomé mucha agua, me mojé los pies alegremente, lloré sin pena y me tatué. Además de eso, me emborraché, aprendí a guardar secretos, me sentí (y siento) orgullosa de mis piernas, usé todas mis pantaletas, lavé la ropa muy tarde, me compré un cuaderno en vez de una agenda, hablé con mujeres, no me dio miedo gastarme el maquillaje, aprendí a montarme en más de una tela, escalé varios ombligos y supe contenerme en público.

O eso me digo.

De cualquier manera, 2011, gracias, y muchas agarradas de nalguitas para ti.
Y para mí, por supuesto.

martes, 1 de febrero de 2011

A Montana.

A Montana se van los ojos azules.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Ton nom est malédiction.

Diciembre, creo que vamos mal.
Todos los años, cuando llegan estas fechas, trato de no pensar en lo mucho que detesto que estés aquí y en todos los compromisos a los que me haces ir; siempre la casa del tío, el divorcio familiar, la muerte de una abuela, mi abuela.

Si tan solo pudiera arrancarte del calendario y descubrirme en Enero con el pelo más largo, pero claro que la cosa no es así.

Como cosa mía, te comento que este año en particular va a ser muy decembrino, y eso me deja totalmente congelada. La desesperación de las familias que se desmoronan es una cosa patética, aunque sumamente humana, y el terror que tiene la mía de poder ajustarse a las estadísticas es casi patológico. No que esté mal, solo que lo traes tú y solo tú, Diciembre.

En serio, no está tan mal.

Sé que haces tu mejor esfuerzo para recordarme que quedan muchos amaneceres por ver, y sé también que no voy a tener que tocar el despertador gracias a las convenciones que te rodean el cuello, pero qué gran tristeza no poner el despertador y ver el amanecer de mierda antes de salir a la universidad. Qué gordo este dolor de cabeza de tener que sonreírle a los primitos cuando rompen cosas en la casa o cuando le estiran las patas a mis perras, el obvio descontento de todos con sus regalos, el mal gusto de mis tías.

Diciembre, tenemos que hablar.
Aunque todos te llamen Navidad, sigues siéndome infiel.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Carta a un remordimiento.

Querido semestre del orto:

No es que me moleste verte en interiores y despeinado, pero apreciaría que enviaras una invitación y una cachetada antes de aparecerte en mi cama un Lunes a primera hora de la mañana.

Atentamente,

Valentina.