sábado, 31 de diciembre de 2011

2011, o mariqueras varias

Bueno, año, ¿cómo despedirte sin sobarte por el trabajo que me hiciste pasar?

En 365 días, entré y salí de amistades, comencé mis extrañísimas sesiones de terapia, tomé ron seco, paseé a mis perras por Caracas, parí cachorros, di tetero, le escondí un blog a todo el mundo (y sigo haciéndolo), me enamoré, me volví mierda, usé vestidos, compré más de 30 libros, troté, fumé muchísimo, me reí de todos y de mí misma, no me dio pena ser ofensiva, fui embrujada por Eddie Vedder, reaprendí a bailar salsa, me dije la menor cantidad posible de mentiras, construí más de dos viajes y los desbaraté enseguida, robé muchas impresiones para mí, leí Philip K. Dick por primera vez, les dije la mayor cantidad posible de mentiras, gané peso, perdí peso, vi clases con Andrés Sanz, tomé mucha agua, me mojé los pies alegremente, lloré sin pena y me tatué. Además de eso, me emborraché, aprendí a guardar secretos, me sentí (y siento) orgullosa de mis piernas, usé todas mis pantaletas, lavé la ropa muy tarde, me compré un cuaderno en vez de una agenda, hablé con mujeres, no me dio miedo gastarme el maquillaje, aprendí a montarme en más de una tela, escalé varios ombligos y supe contenerme en público.

O eso me digo.

De cualquier manera, 2011, gracias, y muchas agarradas de nalguitas para ti.
Y para mí, por supuesto.

No hay comentarios: