sábado, 17 de julio de 2010

Hablando como gente:

Hoy no tengo miedo de que mi nacionalidad salga a flote o alguien se de cuenta de que digo más groserías que un marinero, pero es que me haces falta, coño.
El aeropuerto fue totalmente asqueroso, y ni hablar del idiota que tenía al lado o el bebé que lloraba a mis espaldas justo cuando me comenzó el ataque de ansiedad; estar verdaderamente sola nunca ha sido tan difícil como lo fue por el pajuísimo período de media hora que me cacheteó hoy. Supongo que estas cosas le pasan a las tipas que llegan a los 20 y todavía se niegan a reconocer que tienen sangre por dentro en vez de aceite.

Hoy fue muy triste aterrizar y no sentir tu mano sudando de los nervios, tu espalda grandota y tus brazos llenos de pecas que aún sigo descubriendo por curiosa. Qué mala pinta tuvo ese momento, aunque no fue tan mala como el mareo que se me guindó en la espalda hasta que almorcé estando ya en casa -pero no en hogar-.

Un dolor en el pecho, un morado que me recuerda a ti.
Esto es una mierda, gato; no sé para dónde moverme sin mi dedo en tu bolsillo.

viernes, 9 de julio de 2010

De tener que encerrarme en una jaula de por vida,

que me den tu pecho por cárcel.

T -1.

Hola, hoy, muérete pronto.

jueves, 8 de julio de 2010

T -2.

Extranjero, aquí vamos.

jueves, 1 de julio de 2010

Aujourd'hui.

Hoy es uno de esos días que joden la semana entera, no sé si los conoces.
Siempre comienzan con ruido o alguien apurándote para que les hagas un favor, recordándote que la incompetencia podría muy bien convertirse en el deporte nacional y saldrían todos victoriosos a nivel universal. Pero bueno, a quién le importa, ¿cierto? Una no va a dejar que se le joda el humor así.

De repente, dolor de garganta, y recuerdas que la semana que viene te vas de viaje.

Después de desayunar, te sientas a perder el tiempo con tu aparato de preferencia, y te estancas cuando éste recuerda que va a ser un mal día para ti y debe dejar de funcionar justo cuando comienzas a recordar qué se siente sentirse bien. De nuevo, una lo ignora, se prepara un café, cualquier cosa para no prestarle atención a la computadora lenta o el televisor lleno de programas que no son lo suficientemente banales como para atrapar tu atención esta mañana.

Otra vez la garganta, pero esta vez metes la rodilla contra la esquina de costumbre que hoy, realmente, parece totalmente excepcional.

No importa, a seguir.

Vuelves a comer, escuchas aspiradoras y conversaciones a la distancia, juegas con tu perro y tratas de leer como la pseudointelectual que dices ser. Todo va muy bien, pasas las treinta páginas y de golpe te aburres. No entiendes por qué, pero comienzas a pensar en cualquier cosa en vez de caminar de la mano con Winston y Julia.

Apenas cierras el libro, te cachetean la hora y la realidad: eres inútil.

Como por arte de magia, todo parece más lógico, y eso ciertamente explicaría por qué rompiste tu taza ayer y derramaste agua por todos lados en repetidas ocasiones. Sí, es verdad, eres inútil, todo un obstáculo para el tren de la evolución, y hasta sonríes cuando lo repites cual mantra; la conclusión no tiene gracia, pero es hilarante.

Qué lástima haber desperdiciado un día así, te repites, y tratas de desarmar algo para convencerte de que esa epifanía es sólo tu pesimismo habitual, y no, resulta que no; el tornillo no salió, y el que salió te asustó.

Puto día.