sábado, 17 de julio de 2010

Hablando como gente:

Hoy no tengo miedo de que mi nacionalidad salga a flote o alguien se de cuenta de que digo más groserías que un marinero, pero es que me haces falta, coño.
El aeropuerto fue totalmente asqueroso, y ni hablar del idiota que tenía al lado o el bebé que lloraba a mis espaldas justo cuando me comenzó el ataque de ansiedad; estar verdaderamente sola nunca ha sido tan difícil como lo fue por el pajuísimo período de media hora que me cacheteó hoy. Supongo que estas cosas le pasan a las tipas que llegan a los 20 y todavía se niegan a reconocer que tienen sangre por dentro en vez de aceite.

Hoy fue muy triste aterrizar y no sentir tu mano sudando de los nervios, tu espalda grandota y tus brazos llenos de pecas que aún sigo descubriendo por curiosa. Qué mala pinta tuvo ese momento, aunque no fue tan mala como el mareo que se me guindó en la espalda hasta que almorcé estando ya en casa -pero no en hogar-.

Un dolor en el pecho, un morado que me recuerda a ti.
Esto es una mierda, gato; no sé para dónde moverme sin mi dedo en tu bolsillo.

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