martes, 18 de mayo de 2010

30 años.


El día de hoy, estoy triste. No es tristeza por aburrimiento o por exceso de trabajo, mucho menos por reflexiones sobre la humanidad que tanto me pesan, esto es puro ego. Mi ego hoy se llamaba Ian Kevin Curtis, y tiene 30 años de arrebatado porque él no se murió, sólo hizo real lo evidente.


Aunque no sé muy bien qué le diría a Ian si pudiera siquiera organizar un sueño coherente con él en mente, supongo que me sentaría a verlo fumar y a escuchar sus tarareos ocasionales; la cosa de ser buen espía es que él no se dé cuenta de que estoy prendada de él.

Me haces falta, Ian, espero que mi idolatría por tu banda y tus pepas verdes no te hubiera resultado repulsiva y pudieras manejar lo que digo.

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